El tiempo


El nacimiento de Lavallén coincide con la vuelta a las instituciones republicanas, después de la Revolución Libertadora, golpe militar que derrocó en 1955 al presidente Juan Domingo Perón y proscribió al partido peronista.

Finalmente en 1958, con el apoyo tácito de Perón desde el exilio, asume la primera magistratura Arturo Frondizi, reiniciando un nuevo período democrático en el país con la propuesta de llevar adelante reformas de modernización del estado, a partir de la aplicación de una economía racionalizada apoyada en la tecnología y la ciencia. Se impulsa simultáneamente una política de relaciones internacionales con el objetivo de atraer a nuestro país capitales extranjeros que hicieran inversiones en la industria local.

La primera mitad de la década de los años sesenta ha pasado a la historia como una de las épocas de mayor impulso renovador y expansión económica. En cuanto a la cultura y la educación se vivió, como nunca después, una verdadera “edad de oro”.

Fue protagónico el papel que desempeñó entonces la juventud universitaria. Salida de la misma universidad, la editorial EUDEBA pone al alcance de un público masivo libros que difundieron la obra y el conocimiento más actualizado de los más prestigiosos investigadores y especialistas en distintas disciplinas a través de la venta callejera en kioscos de diarios. La Argentina ocupó el primer lugar en Latinoamérica en el mercado editorial.

En el campo de la plástica fue sin duda uno de los momentos de mayor profusión y experimentación. Los sesenta han quedado en la memoria colectiva como la época de los happenings del Instituto Di Tella, donde además de escándalos, snobismo y moda, la juventud buscaba profundizar y revisar los principios plásticos en relación a los temas políticos y filosóficos que entonces se debatían en la sociedad. La reflexión sobre la propia realidad del país como de la pertenencia cultural a América Latina, no estaba divorciada del pensamiento universal y todavía europeísta.

En todas las áreas parecía refundarse la modernidad. El auge de la arquitectura moderna se vería reflejada en la construcción de obras como el Planetario de la ciudad de Buenos Aires o el Teatro San Martín. Instituciones oficiales y privadas bregaron por una puesta al día del arte argentino con el plano internacional (2).

Los años sesenta fueron el escenario de nuevas expresiones artísticas que desbordaban los marcos de los géneros tradicionales, tales como el happening, el arte pop, el arte conceptual, el cinetismo, el arte del objeto y experiencias estéticas multidisciplinarias.

Paralelamente continuó una corriente figurativa que estaba lejos de anquilosarse en la tradición. Dentro de esta línea encontramos nombres tales como Spilimbergo, Berni, Lajos Szalay, Alonso, Gorriarena.
De esta corriente deriva Julio Lavallén, exponente de la generación de los 80’.

En los setenta el clima es otro. Marcada por la presencia represiva del poder y la censura en todos lo ámbitos culturales, esta década quedará signada por el golpe militar de 1976 como la más negra de la historia de la Argentina.

la noche

El “Proceso de reconstrucción nacional”, nombre autodesignado por la cúpula militar, consistió la instalación de un estado represor, que se valió de métodos de tortura para identificar y erradicar “los males y peligros” que, al entender de los militares, corría la sociedad argentina. Bajo esta consigna, el Proceso fue responsable de la detención ilegal y la desaparición sistemática de personas, llevadas a cabo por las fuerzas de seguridad del estado. A los miles de ciudadanos detenidos y luego asesinados, que carecieron de toda personería jurídica, se los declaró desaparecidos.

En el plano económico se aplicó una política de concentración del poder en manos de grandes grupos de empresarios nacionales e internacionales y se atacó toda forma de corporativismo de medianas y pequeñas empresas nacionales. Se prohibieron las agrupaciones civiles y obreras, se proscribió toda acción sindical.

El estado intervino activamente para desarmar su papel benefactor e intervencionista que regía en la República desde la época de Irigoyen, claramente ampliado durante el gobierno peronista. A partir del Proceso, la Argentina pasó de una economía productiva a una financiera con el consecuente deterioro de la clase media y trabajadora.

La supresión de aranceles a los productos importados terminó de golpear profundamente la industria nacional, despertándose una fiebre de importación de todo tipo a bajo precio. El mercado proporcionó a los inversionistas una gran rentabilidad cambiaria, quedando en el recuerdo popular como la época de “la plata dulce”. Luis Alberto Romero lo expresa claramente: ninguna actividad podía ser rentable ante estas reglas de juego, ni podía competir con la especulación (3) . El final de esta “fiesta” no se hizo esperar y en 1981 el peso argentino se devaluó un 400% y la inflación llegó al 100% anual.

Frente a la Casa de Gobierno, los días jueves, alrededor de la Pirámide de Mayo, caminaban ya su silenciosa recorrida Las Madres de la Plaza, reclamando la aparición con vida de sus hijos.

La primera manifestación política en 1981 se materializó con la formación de la Multipartidaria, una coalición de partidos bajo un programa básico de acuerdos para buscar una salida electoral.


Sabat

A pesar de la impunidad con que se manejaban los asuntos públicos, el gobierno debió enfrentar el descrédito que la Argentina tenía en el exterior antes las acusaciones de violación sistemática a los derechos humanos.

Si bien la persecución y desaparición de personas había mermado a comienzos de los ochenta, el país comenzaba a sentir la recesión y la crisis económica, que siguió agudizándose bajo la política de privatizaciones anunciada por las nuevas cúpulas del gobierno de facto.

Los militares no encontraron mejor válvula de escape que llevar adelante una guerra contra Gran Bretaña por las islas Malvinas (abril-junio de 1982). La derrota militar y también civil que dio fin a esta guerra, fueron los prolegómenos para el retorno a una democracia incondicionada.

Julio Lavallén vivió su infancia dentro de una Argentina de promisión, la de los años sesenta. Nacido en una familia humilde que cifró en el trabajo, la fe en Dios y la honradez, los principios éticos a seguir. Si bien sus padres no vislumbraban para él un futuro universitario, creían en las posibilidades laborales que el país ofrecía.

Familia Lavallén, 1980

Sus comienzos artísticos coincidieron con el inicio de la dictadura. Sin embargo, en Concordia los años oscuros transcurrieron sin sobresaltos, como en muchas ciudades provincianas, donde poco había cambiado la vida cotidiana.

Cuando Lavallén decidió partir a Buenos Aires, en 1980, la censura y la autocensura impuesta en todos los campos, tanto del saber como del arte en general había mermado y por entonces se vivía un clima de mayor distensión. En diciembre de 1983 la pesadilla del Proceso llegó a su fin. La sociedad toda, vivió un momento de euforia y reencuentro, aunque ya no era la misma Argentina de antes.

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2 Giunta, Andrea: Vanguardia, Internacionalismo y Política. Arte Argentino en los años Sesenta, Buenos Aires, Ed. Paidós, 2001.

3 Romero, Luis Alberto: Breve historia contemporánea de la Argentina, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2005.

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