En el Oeste
Regreso a Buenos Aires: de 1999 a la actualidad

“Me propuse llegar a la Argentina el 25 de mayo. Ni un día antes, ni un día después, y con la escarapela puesta. De alguna manera era mi personal liberación, mi liberación de cosas que me había vivido allí, especialmente la experiencia de ser extranjero. Esperé incluso algunos días para poder llegar justo en esa fecha.”

El regreso a Buenos Aires implicó pararse en una nueva perspectiva, que se reflejará en un cambio de imagen y más aún, de visión.
El reencuentro no fue sólo con el medio, con la ciudad y sus amigos, lo fue también y principalmente consigo mismo, ahora en la madurez.

El giro más importante de su mirada está ligado a depurar la imagen y fundamentalmente descubrir una nueva dimensión de la realidad: la espiritual. Consciente de que se iniciaba una nueva etapa de su vida, refaccionó y redecoró su taller, el que tiene en el barrio de San Cristóbal desde el año 1981, en Solís 1125.

Taller de la Calle Solís, Buenos Aires, 1984

Dentro de ese cambio se inscribe el encuentro con la actriz de teatro María Morales Miy, su actual mujer. Ella lo introduce en la filosofía medieval y desde ahí, se le abre un amplio horizonte de intereses. Una llave en este cambio es su aplicación en temáticas de Extremo Oriente a través de la práctica del Pa-Kua, escuela para el conocimiento de los llamados Ocho Estados del Cambio, originaria de China, y del estudio de los símbolos de las culturas tradicionales como síntesis formal del conocimiento.

Con su mujer María, 2003
Su mujer será desde entonces su inspiración y con ella inicia una nueva serie de retratos y desnudos significativamente distintos de todos los anteriores.

La sensualidad y la belleza son los nuevos parámetros que conducen su imagen a recorrer un camino inverso al bajo mundo de la sordidez humana con la que experimentó “tocar fondo”. Ahora el cuerpo de la mujer lo conduce a remontar vuelo para alcanzar una sensualidad sublimada y evanescente.

Se produce un cambio de paleta y el color manifiesta una diferencia cualitativa profunda, logrando una síntesis que lo aleja del mundo fenoménico y alcanza la desmaterialización en una serie de blancos, plateados y dorados.

De las contorsiones circenses de los trapecistas, gestuales y expresionistas, llega a cadencias de movimiento donde cada obra es parte de una secuencia, como si se tratara de una serie fotográfica de retratos de María, en la que la cabeza de su modelo, rota armoniosamente sobre un eje invisible estableciendo un ritmo secuencial.

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