Trabajos proyectuales - Instalaciones


Proyectos y proyecciones

La capacidad de trabajo es como la destreza, algo excepcional. Picasso, en ambos aspectos fue un ejemplo ya que mientras Braque pintaba un cuadro, él lograba diez. El número de obras realizadas por Lavallén en estos treinta y cinco años de trayectoria no dejan lugar a dudas sobre esta capacidad de trabajo, pero su campo de acción no se limitó al taller, como ya hemos señalado.

Lavallén elaboró una serie de proyectos que en su casi totalidad están a la espera de las condiciones apropiadas para su realización. Son un “campo expandido” de su visión y se enlazan a técnicas multimediáticas, teniendo en cuenta fundamentalmente la participación colectiva del público.

Algunos desarrollados en España pero proyectados para la Argentina constituyen, de alguna manera, percepciones espaciales que determinaron su regreso.


Prontuarios de la Tragedia

En 1997, con su amigo Gabriel Ghiglione residente en Usuahia, visita el famoso ex presidio del fin del mundo.

“Los densos y viejos muros, los espacios vacío, fríos, nocturnos, me provocaron una impresión de profundo misterio y curiosidad. Quise imaginar y presentí las sórdidas historias ocurridas allí; los dramas personales, los miedos. Esas murallas alojaron el dolor y el horror.”

De esta reflexión, surgieron los Prontuarios de la Tragedia, instalación realizada en el año 2000, consistente en las imágenes de los asesinos más crueles del milenio detrás de rejas. Cada celda contenía un retrato, construído luego de una larga investigación en la Biblioteca Nacional de Madrid.

Aristóteles, afirmaba que la tragedia inspira terror y piedad, por eso engrandece el alma y la libera de los sentimientos penosos. De este particular presidio, que encierra lo peor de la humanidad, dice Lavallén: “es un monumento trágico, un paradigma de la tragedia”.


El Apocalipsis según San Juan

Proyectada para el monasterio medieval del Paular (España) se basa en la creación de siete pinturas tomadas de ese libro de la Biblia.

En 1998, cercano al clima de los Prontuarios de la Tragedia y ante el fin del milenio, Lavallén toma el libro que San Juan escribió a manera de revelación (Apokálysis = descubrir, exponer) alrededor del 96 d.C. Siguiendo un criterio cabalístico, son siete telones teológicos:

El Cordero abre los siete sellos: los cuatro jinetes. Apocalipsis 6: 1-8

Inminencia del castigo: un ángel poderoso como el sol. Apocalipsis 10: 1-7

La mujer y el dragón: la mujer en cinta y un dragón rojo con siete cabezas y diez cuernos esperando que dé a luz, para comerse al niño. Apocalipsis 12: 1-6

El dragón vencido por San Miguel: el diablo lucha y es arrojado del cielo a la tierra. Apocalipsis 12: 7-10

La bestia del mar: este dragón es adorado por los hombres. Apocalipsis 13: 1-10

La bestia de la tierra: una bestia con cuernos de cordero obligó a los hombres a llevar el número de la bestia, seiscientos setenta y seis. Apocalipsis 13: 11-17

La gran ramera sobre la bestia: Babilonia, la madre de las fornicaciones y de las abominaciones de la tierra. Apocalipsis 17: 1-6



Volver de memoria

Esta propuesta, que tiene como escenario su escuela primaria Almafuerte, es un recorrido por ciertos objetos referenciales pertenecientes a una época concreta de la historia argentina -años 1955 y 1975-, al igual que su serie Simulacros de la memoria.

Se completa con fingidos actos patrióticos, parodiando lugares comunes y clichés del ámbito escolar, junto a objetos infantiles que marcaron la época. El proyecto incluye unas 200 diapositivas de la escuela, la ciudad, los paseos, los juegos y los comercios de la época. También una historia comparada de esos años, tomando como ejes a la política, la ciencia, lo deportivo, lo cultural y lo social en Concordia, en Argentina y en el mundo.

Así resulta un ejercicio de la memoria intelectual y afectiva rescatada de los recuerdos, y se convierte en un proyecto ambicioso que conjuga diversas actividades -actorales, musicales, fotográficas, cinematográficas, literarias- e involucra al espectador, induciéndolo a establecer una relación emocional y a la vez crítica con el pasado histórico, en diálogo con el presente.



Dar La Cara

El retrato ocupa en la obra de Lavallén un lugar fundamental. Comenzó a transitar este género desde sus inicios tanto en dibujo como en pintura. Pero los gigantescos retratos que preparó en 1998 para el proyecto Dar la Cara tienen, si se quiere, un carácter consagratorio. A través de esta serie se propone retratar a aquellas personalidades de la cultura contemporánea que, a su parecer, tienen un significado fundamental como configuradores de la identidad cultural de la Argentina. Dichos retratos conforman una galería de rostros que establecen, a partir de esta selección personal, un juicio de valor.

Hombres y mujeres implicados en diferentes actividades del campo cultural que van desde el ámbito literario, el musical, el plástico hasta el social; personalidades tales como la Presidenta de las Abuelas de la Plaza de Mayo, la señora Estela de Carlotto o la actriz de cine Isabel Sarli.

El proyecto Dar la Cara consiste en la presentación de un gran retrato al óleo, acompañado de su correspondiente audio que expone la voz del retratado hablando sobre lo que significa un retrato o su propio rostro. De esta manera, el espectador escucha una reflexión sobre lo que está viendo.

Cada retrato está dentro de un box dividido a su vez en cuatro cubículos para aislar a cada personaje creando un clima casi de intimidad. La luz general es muy tenue mientras que un foco puntual sobre la pintura refuerza la atención del visitante que está a “solas”, cara a cara, con estas personalidades, realizando un recorrido múltiple y complejo.

Los retratos son de un realismo que no escapa al desborde expresionista. Es posible establecer una relación con los trabajos Lucien Freud, en cuanto se ciñen a la descripción facial, pero no evitan el peso de la mirada.

Sartre dedicó al tema de la mirada un capítulo especial en su obra El ser y la nada. Es justamente la filosofía del existencialismo la que revisa la ontología y entiende al ser como un sujeto que define sentidos frente al mundo y también frente a sus prójimos.

Al yo no le es posible desdoblarse y ser a la vez objeto de sí mismo, pero participa de la condición de objeto para otro. La mirada de otro sujeto lo convierte en objeto y es juzgado inevitablemente por ese otro. Posar para el artista es entregarse a la mirada de ese otro, quien hará y dirá de un rostro algo que uno mismo no puede conocer.

Luis Felipe Noé dice en el audio de Dar la Cara que:

“Si hay algo de lo que uno no es dueño es de su propia cara. Uno trata de modificarla, uno trata de halagar a los otros, uno trata de inventarla de acuerdo a la evolución de su propia conciencia, pero uno no es dueño de su cara.(....) Ser retratado es como el otro te ve y en ese momento recuperás tu cara en función de los otros, porque la fotografía aún cuando parezca objetiva, no es objetiva, porque depende demasiado del instante. En cambio el otro cuando elige tu cara, elige un momento que son todos los instantes, es algo por encima de los instantes, es como el otro te memoriza como persona.”


Usina Paraná

El viejo edificio que albergó la primera usina que suministraba electricidad a la ciudad de Paraná, hoy abandonado y vacío, está a la espera de volver a la vida pública generando un nuevo tipo de energía: la de las ideas y proyectos.

En el año 2001, el Consejo General de Inversiones de la Provincia de Entre Ríos, le propuso a Lavallén la realización de un proyecto para la remodelación de dicha usina destinada a convertirse en un gran centro cultural.

Este edificio está ubicado frente al río, dentro del Parque Urquiza que es un amplio y verde solar, con especies de árboles y aves nativas caracterizado por los desniveles de sus barrancas.

Lavallén ideó un programa iconográfico en el que la historia y la naturaleza de la ciudad se vieran reflejadas.

El proyecto, que contempla la conservación de la estructura general del edificio en su aspecto externo, consta de dos partes principales: el techo y las paredes. La pintura del techo a dos aguas es una unidad temática y la otra, un registro horizontal de pinturas que cubren las paredes laterales. Propone una analogía de las dos aguas del techo con los dos ríos que circunscriben a la provincia: Paraná y Uruguay. A su vez las seis cabreadas que atraviesan la nave central, debajo de donde se sienta el público, simbolizan los puentes que unen las orillas de esta provincia mesopotámica con otras provincias y con la República Oriental del Uruguay.

Representadas a modo de láminas escolares, encontramos unas trescientas especies de plantas y animales propias de la región con sus respectivos nombres, reafirmando el carácter didáctico de la propuesta, pintadas en blanco y negro, para facilitar su lectura a distancia. Los puentes o cabreadas transversales están pintados de un rojo intenso.

Sobre la pared y en forma perpendicular, se sitúa una silueta roja y plana del rostro de Juanele, realizada en metal. En positivo y en negativo, se ve el rostro del poeta Juan Laurentino Ortiz (1896-1978).



Identidad Entre Ríos from Mono Lavallén on Vimeo.

La obra de este poeta, rescatada tardíamente, alcanzó una mayor difusión recién en 1970 cuando la editorial Biblioteca Vigil editó En el aura del sauce, en tres tomos, con poemas que incluyen sus diez libros anteriores. Juanele, canta la presencia enigmática del paisaje entrerriano y a quienes viven dentro de él.

Lavallén recrea figuras humanas que parecen transitar, en un ir y venir constante los márgenes del río y sus puentes. Debajo de estos paseantes hay una figura de gran tamaño de un niño nadando, en realidad un autorretrato que recuerda su serie Simulacros de la memoria, y los colores que utiliza aquí son los del escudo oficial de la provincia: fucsia, verde y rojo. Para realizarlo, Lavallén tomó inspiración en la flor de la Santa Rita (fucsia), la Estrella Federal (roja) y el verde de la vegetación propia del Parque Urquiza.

Esta Sixtina secular quiere, como la capilla privada de los Papas, abarcar en sus imágenes los valores que definen, desde la naturaleza hasta la cultura, la idiosincrasia de una provincia que como dice Lavallén “no tiene nombre”.


Sociedad Manual

Ya en España, Lavallén había desarrollado el proyecto de pintar automóviles viejos, que caracterizaron diferentes épocas de la industria argentina. Intervenir un auto lo transforma en un objeto artístico, ya que sólo se conserva la cáscara del mismo, sin el funcionamiento real. Pero la idea no prosperó ya que se necesitaban inversionistas y espacio suficiente para guardar los vehículos.

Con la crisis del 2001, junto a su amigo y desde entonces socio, Alejandro Gorroño, fundan la Sociedad Manual con la que comienzan a construir modelos paradigmáticos de nuestra industria automotriz a escala reducida, aplicándoles diseños inspirados en los cómics de los años sesenta y setenta. Autos, pickups, jeeps y estancieras son realizados en hojalata y totalmente a mano. Son piezas únicas con intervenciones pictóricas irrepetibles, lo que las convierte en auténticos coleccionables.

En el catálogo de presentación de las piezas hay una cita de Jean Baudrillard, quien en El sistema de los objetos, define las dos funciones del objeto: una primera función práctica, ligada al status social; y una segunda, como objeto desprovisto de uso, para convertirse en un objeto de colección.

Los nombres de las marcas y modelos nos retrotraen a épocas pasadas, a recuerdos como el famoso Torino, diseño argentino de un prototipo de la fábrica Ika-Renault; el Citroën 3 CV, el vehículo de clase media cuya imagen está asociada en la Argentina con el auto del papá de Mafalda, la tira cómica de Quino; o el Escarabajo, versión proletaria del Volkswagen.

La Sociedad Manual cumple además una función social: la de ofrecer un instrumento de trabajo a quienes se encontraban sin él, capacitándolos en la noble tarea de la construcción artesanal y manual.

La tarea de Gorroño y Lavallén es ofrecer a los trabajadores de esta sociedad, asesoramiento técnico, ideas y puntos de partida desde los cuales cada uno de ellos desarrolla su propia capacidad creativa, tomando el modelo de las antiguas cofradías medievales, del trabajo del taller de arte. Tal idea fue reflotada por la escuela de artes y oficio de la Bauhaus donde el arte y el trabajo industrial finalmente se funden, resolviendo la alienación del trabajo industrial, denunciada ya por Karl Marx en El Capital.

No hay comentarios: