En el Sur
Buenos Aires: 1980 -1989

A comienzos de los ochenta, Buenos Aires recupera de a poco el intenso y dinámico ritmo cultural oscurecido por la dictadura, se vuelve a encontrar el mundo del arte en derredor de galerías, museos, muestras y vernissages. El país estaba saliendo del silencio que impuso el gobierno militar, aunque seguía vigente la censura y la presencia policial. Es el tiempo de la transición a la democracia acompañada de una aguda crisis económica.

Atrás quedaron Concordia, los amigos, el reconocimiento social, adelante está el anonimato. Buenos Aires es otro espacio, uno sin siesta.

Lavallén llegó en su viejo Siam Di Tella. Dato significativo ya que desde chico le interesaron los automóviles, convirtiéndolos en tema de varias series a lo largo de su producción artística.

Compartió el alquiler de un departamento con dos amigos en la calle México, esquina Entre Ríos. Instalado ya en la gran ciudad, sintió necesidad de conocerlo todo y no dudó en buscar a los referentes que le interesaban y contactarse con ellos.

Galería De Benedictis 1983

Los primeros meses vivió de sus ahorros, luego consiguió trabajo como ilustrador en una agencia de publicidad. Fue asistente de una diseñadora de locales comerciales, también trabajó como diseñador y ayudante de Carlos Fracchia, en su estudio gráfico, de quien aprendió, como antes lo había hecho de su padre, un modo profesional de encarar el trabajo, atendiendo al manejo técnico con meticulosidad y oficio. Esta relación devino en amistad y fue importante más adelante, cuando comenzaron sus proyectos editoriales.

Galería Tava Roga, Concordia, 1984

Por otro lado, su tío Simón Lischinsky, que hacía trabajos de herrería y montajes, lo introdujo en una nueva galería de arte a punto de inaugurar. A través de él, conoció a Alberto Elía y a Mario Robirosa, con quienes trabó amistad y expuso posteriormente, durante los años 1984, 1985 y 1986.

Galería Alberto Elía 1984
Galería Alberto Elía, 1985

Galería Alberto Elía, 1986

En esta época conoció personalmente a algunos artistas mayores a quienes admiraba, entre otros, a Keneth Kemble. Iniciador del informalismo en nuestro país, fue el primer y único artista plástico al que le pidió lecciones regulares, en su taller de la calle Cangallo al 1200.

Fundación Carbide, Buenos Aires, 1985

La experiencia fue breve porque a las pocas clases Kemble le dijo que creía innecesario que continuara. A partir de entonces, lo visita en su casa de Martínez, para disfrutar del humor y la erudición del maestro, tanto en pintura y música, como en comidas y vino. Se encontraban también en el Bar o Bar, conocido habitualmente como el “Bárbaro”, uno de los pocos reductos bohemios que resistieron durante la dictadura. Allí, los sábados al mediodía, al finalizar la ritual visita a las múltiples galerías de los alrededores, donde se concentraban la mayor parte de las exposiciones de Buenos Aires, se reunía un grupo grande de artistas plásticos. Este mítico bar, creado por algunos artistas a iniciativa de Luis Felipe Noé, uno de sus antiguos dueños, tenía la particularidad, entre otras, de ofrecer maní en forma libre, que los visitantes podían servirse libremente de a puñados y arrojar luego las cáscaras al piso.

Con todo esto, Lavallén consolidó un espacio propio, aunque aún sentía que le faltaba dar un paso más. Debía tomar la decisión de dejar los trabajos eventuales y dedicarse por entero al arte, vivir del él.

“Me declaré pobre, mis amigos y la gente debía saber que yo era pobre, y eso me eximió de compromisos económicos, incluso me evitó la angustia de no tener dinero para salidas.” (6)

En el taller de la calle Solís, Buenos Aires, 1984

La única fuente de ingresos económicos, desde entonces, fueron las eventuales ventas en galerías y las que él mismo hacía a conocidos.

Estímulo

En 1984 inició su relación laboral con la Galería Alberto Elía (7) , realizando su primera muestra individual importante en la ciudad y presentando en la inauguración su primer catálogo-libro, Lavallén 83’. A esta muestra, le seguirán otras dos, en el 85 y 86. En este último año, realizó su primer viaje fuera del país.

Concordia, Entre Ríos, 1982

La crítica se ocupó de dar a conocer la labor del joven entrerriano y en varios artículos Lavallén es reseñado por la prensa: La Razón, Clarín, Ámbito Financiero, La Nación, La Prensa, Tiempo Argentino, entre otros medios. Uno de los más destacados críticos de entonces, Fermín Fèvre señala su condición de dibujante y marcando dos características en que la mayoría de la crítica coincidió: su raíz expresionista y, aunque resulte paradójico, su compromiso con la realidad.

“No hay en él desbordes expresivos, aunque es evidente su raíz expresionista (...) Sus imágenes son en buena medida deudoras de la fotografía, lo que habla también de una manifiesta vocación realista.” (8)

En la muestra de 1985 los éxitos de la crítica continúan. Elba Pérez titula en su sección de Cultura de Tiempo Argentino: Acento dramático y temperamento desbordado de Julio Lavallén, un joven artista a tener en cuenta (9). En este artículo Pérez señala la vigencia de la figuración pero bajo una tendencia renovada en el arte contemporáneo como en la obra de Lavallén, comprometida con el universo de los excluidos y marginados.

Galería Praxis, Buenos Aires

A principios de 1985 la Secretaría de Cultura de La Nación convocó a unos 35 artistas, considerados de los más importantes y representativos de la cultura para realizar murales para la estación de subterráneos Perú de la línea A.

Galería De Benedictis, 1985

El gobierno no podía pagar los honorarios de los artistas ni comprar sus obras, sin embargo este proyecto fue una forma de colaborar con la cultura popular en un momento de reencuentro después de los largos y oscuros años de la dictadura. La empresa Subterráneos de Buenos Aires donó la pintura, los paneles y se encargaron de iluminar adecuadamente los pasillos donde debían ser montadas las obras. Las dimensiones eran realmente importantes; 1,14 y de un largo variable entre los 6 y los 20 metros. Además, debía tenerse en cuenta que los transeúntes no disponían de la suficiente perspectiva para ver la obra completa por la angostura del andén.

La inauguración tuvo lugar el 28 de diciembre con la presencia del entonces Secretario de Cultura, Carlos Gorostiza. Julio Lavallén presentó la obra Las bicicletas, consistente en una serie de 14 ciclistas que fue elogiada (10) por adaptarse a la lectura sesgada que necesariamente tiene el público, junto con las propuestas de Alejandro Puente, Rogelio Polesello, Pablo Bobbio y Marino Santa María.

Al año siguiente realiza otro mural en la Escuela de educación Media Alejandro Carbó en Concordia, titulado Los Egresados, ubicado en el hall de entrada, de 7,30 metros de largo por 1,84 metros de altura.

Raúl Vera Ocampo celebra la libertad con que Lavallén realizó los retratos, como así también la amplitud de criterio de las autoridades del colegio que no es lo corriente dentro de las instituciones educativas (11).

Galería Tava Roga, 1986

En 1986 se presenta una oportunidad para hacer un viaje a la capital del arte moderno, New York. Por ese tiempo, el agregado cultural de Estados Unidos, asiste a una muestra de Lavallén en Resistencia, Provincia del Chaco. Este encuentro casual con el diplomático norteamericano, le permite obtener con facilidad la visa indispensable y poco tiempo después, consigue los medios económicos para viajar. Allí visita a un coleccionista que ya había adquirido algunas obras suyas en Buenos Aires, volviéndole a comprar otras. Con ese dinero y sin dudarlo por un instante, viaja desde New York a París, luego a Amsterdam y finalmente a Madrid.

Praxis, Nueva York, 1987
Praxis, Nueva York, 1988

Una de sus más significativas impresiones fue la de escuchar a indigentes mendigar en inglés. Del primer viaje a París, Lavallén recuerda:

“Lo primero que hice cuando fui a París, que llegué a las siete y media de la mañana, a las ocho y media ya estaba en la punta de la Torre Eiffel y dije ya hice lo que lo que tenía que hacer. Después me fui al Louvre a ver cuatro cosas: la Victoria de Samotracia, la Venus de Milo, La balsa de la Medusa y la Gioconda, como era de esperar y seguí viaje porque me dio un poco de vergüenza ser tan previsible”.

Galería Andre, Roma

París y Amsterdam fueron mucho más que la visita a los museos y el encuentro con las grandes obras de arte, era caminar sus calles, intentando descubrir los hábitos de la gente y los de la ciudad. En Madrid, se contactó con algunas galerías hasta relacionarse comercialmente con la galería Sen de la que dependerá su posterior establecimiento en España.

Biblioteca Lucenville, Basavilbaso, 1987

La Argentina había recuperado la vida democrática desde diciembre de 1983 a través del voto y la vuelta a la vida institucional con la presidencia del radical Raúl Alfonsín. Se respiraba entonces un aire renovado de libertad mientras se retomaba la actividad de las organizaciones gremiales y las prácticas partidarias.

El gobierno debió no obstante, afrontar una profunda crisis económica que el país arrastraba desde 1981 y que estaba ligada al crecimiento descontrolado del endeudamiento con el Fondo Monetario Internacional, las prácticas especulativas financieras a las que se habían habituado los empresarios y una inflación endémica e imparable. Ante esta situación a principios de 1985 es reemplazado el Ministro de Economía Grinspun por Sourrouille, que en mayo anuncia la aplicación de un nuevo plan económico, llamado Plan Austral, cuyo objetivo era desalentar la especulación monetaria e impulsar la inversión productiva y el crecimiento, pero no logró detener la crisis inflacionaria.

Museo Municipal de Olavarría, 1987

En 1988 se sublevan algunos jefes militares, ex combatientes de Malvinas conocidos como el “grupo carapintada”. En agosto del mismo año, el gobierno lanzó un nuevo plan económico que denominó “Primavera” para controlar la inflación. Aconsejados por el economista Domingo Cavallo, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central limitaron el crédito y luego el apoyo económico a la Argentina. Un grupo guerrillero, el MTP (Movimientos Todos por la Patria) asaltó el cuartel de La Tablada, en el Gran Buenos Aires. En febrero de 1988 el gobierno devaluó el peso, el dólar subió vertiginosamente, el país entró en un proceso de hiperinflación, que degradó sustancialmente el valor del salario. La economía entró, según Luis Alberto Romero, en un descontrol. El presidente triunfante por el peronismo, el riojano Carlos Menem asumió el gobierno seis meses antes de la fecha prevista para el traspaso constitucional.

En los almacenes y supermercados parecía jugarse una carrera de precios, tan disparatada que un mismo producto podía encontrarse en diferentes lugares a un precio que llegaba a duplicar su valor.

En enero de 1989 Lavallén viaja a España invitado, a través de la Galería Sen, para hacer una muestra en Tarragona que, aunque finalmente no se realiza, lo acerca aún más a esa galería madrileña. Paralelamente, desde Buenos Aires, sus amigos le aconsejan no volver al país ya que la situación económica parece no tener salida.

La galería Praxis de Buenos Aires con quienes mantenía una relación contractual, tampoco le garantizaba la continuidad. La crisis económica de la Argentina afectaba a todos los sectores sociales.


Los años 80 y la plástica de Lavallén

La década del ochenta estuvo signada por la llamada cultura postmoderna, que en plano del arte se manifestó a nivel internacional por una vuelta a la pintura, luego del auge del arte conceptual y procesual con su consecuente desmaterialización del objeto plástico y en especial la pintura.

Pero lo que definitivamente se perdió fue el espíritu utópico y formal de las vanguardias anteriores a la segunda guerra.

En Alemania como en Italia, el neoexpresionismo y la transvanguardia a pesar de reivindicar la “pintura-pintura” se caracterizaron por la transmisión de climas decadentes con abundantes y desprejuiciadas “citas” de la historia del arte.

Nuestro país no fue ajeno a esta tendencia y quienes fueron modelos referenciales durante este período asumieron con diferente tenor una imagen expresionista con claras aluciones a la cultura y a las propias experiencias personales.

A pesar del claro encuadre expresionista, señalado reiteradamente por la crítica, la obra de Lavallén carece del carácter específicamente irónico y descuidado que fue común a los artistas argentinos de los ochenta.

Los paisajes poblados de referentes culturales de Guillermo Kuitka o Duilio Pierri son ejemplos de lo que se denominó bad-painting o mala pintura, ausente en las obras de nuestro artista.

En esta década va a tener mucho peso la obra de Carlos Gorriarera que aunque por edad no pertenece a esa generación fue un importante referente para nuestro artista. Gorriarena aborda la figura especialmente en situación, connotando su relación política, desnudando en cada personaje su esencia autoritaria y represora o victimaria. Lavallén indaga en los seres más comunes y a veces más olvidados de la sociedad o en grupos específicos como los músicos, la gente del circo, los futbolistas, boxeadores y luego en la figura de la mujer que llegará a ser excluyente en los últimos años.

Un corresponsal español realiza una entrevista al crítico e historiador argentino Damián Bayón que decía al respecto:

“Por su parte, la bad-painting, y para mi sorpresa no me ha parecido en esta ocasión tan mala como antes. Confirma mi sospecha de que los argentinos tienen una capacidad mimética sorprendente: imitan mejor. Son para poner un ejemplo, mucho más expertos en imitar que los españoles.

Pierre, Eckell, Kuitka, Prior, Lavallén: esos son los nombres que recuerdo y habrá que probar, en cinco o diez años, para ver su evolución.”

Pueblo Blanco, Punta del este, 1989

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6 Entrevista de la autora a Julio Lavallén, 18 de marzo de 2005.


7 La galería Alberto Elía, ubicada en la zona de Recoleta -Azcuénaga 1739- jugó durante los años ochenta un destacado papel referencial exponiendo a jóvenes artistas que luego alcanzaron un importante reconocimiento, como Felipe Pino, Jorge Pietra, Hernan Dompé, Marcia Schvartz, Jorge Pirozzi, Duilio Pierri, Juan José Cambre, Ricardo Cinalli, Alfredo Benavídez Bedoya; y a aquellos que habían quedado ausentes durante la dictadura, como Pablo Suárez, Carlos Gorriarena, Luis Felipe Noé, Fermín Eguía, Alberto Heredia, Líbero Badii, Kenneth Kemble, Julio Le Parc.

8 Fèvre, Fermín: “Pinturas y tintas”, Clarín, 24 de marzo de 1984.

9 Pérez, Elba: “Acento dramático y temperamento desbordado de Julio Lavallén, un joven artista a tener en cuenta”, Tiempo Argentino, 22 de abril de 1985.


10 Fèvre, Fermín: “Murales subterráneos”, Clarín, 4 de enero de 1986.

11 Vera Ocampo, Raúl: “Julio Lavallén. Una visión auténtica”, Le Monde Diplomatique, Edición Latinoamericana, diciembre de 1986.

1 comentario:

Quaick dijo...

Curioso. Este es el mismo Lavallén que leía de gorra en el quiosco de revistas que tenía mi padre en la esquina de la casa de sus padres en calle Urquiza y Paraná. Veo que ha debido aprender sobre la generosidad ajena. Ojalá así sea pues eso equilibraría su negativa a dibujarme el ruiseñor que siendo un púber y con la expectativa de un mero goce estético, le pedí y que se negó a ejecutar por no disponer de dinero para pagar mi solicitud.
Claro está que más tarde aprendí que el arte siempre estuvo -y estará- poblado de fenicios reduccionistas. Y afortunadamente pude exiliarme de aquella triste chacra pavimentada que es Concordia.
Enrique Quiróz.