Retratos

Como ya hemos señalado, la figura humana, ya sea como retrato, desnudo, individual o de grupo, configura el núcleo central de su obra.

Comencemos, entonces con el análisis de los retratos que encontramos desde el inicio de su carrera.

A pesar de los cambios y las diferentes técnicas utilizadas, es posible sintetizar la cuantiosa galería de personajes que Lavallén retrató como expresionista. Pero el término es demasiado amplio y ambiguo, por lo cual es necesario especificar en qué sentido lo es.

En lo que hace a la forma, logra una síntesis que permite reconocer al modelo sin caer en deformación o exageraciones de rasgos caricaturescos.

COQUET FUMANDO ( 1985)
óleo sobre tela 60x50cm

CARA (2000)
óleo sobre tela 100x100cm

En la elección de los modelos, Lavallén establece una postura ética e ideológica, ya que son personas corrientes cuando no marginados sociales a los que se suman sus referentes culturales y especialmente artistas plásticos, tanto contemporáneos como del pasado.

REMEDIOS (1983)
óleo sobre tela 87X78cm

ASUN (1998)
óleo sobre tabla 61x65cm

Los modelos callejeros, los indigentes, que posaron en su taller han quedado jerarquizados en la tela con la misma dignidad y tratamiento que la de un gentilhombre.

ANOÑITA (1983)
óleo sobre tela 88x79cm

Primeros retratos: la mirada en lo sumergido

Este género cultivado desde sus comienzos y sin interrupciones, alcanzará un punto culminante en 1983, con un número importante de trabajos y gran madurez en cuanto a la forma y los recursos técnicos.
MARY (1999)
óleo sobre tela 60x50cm

Son retratos sociales puesto que están insertos en determinados espacios o acompañados por objetos referenciales que los ubican en la escala social. Abarcan desde personajes anónimos hasta aquellos que tienen nombre y apellido.

ELSA (1984)
óleo sobre tela 190x11cm

Por ejemplo, Osvaldo Sosa (1983) es un retrato de cuerpo entero de un hombre indigente que trasluce a través de su mirada y postura corporal lo más profundo de su humanidad, con su rostro alargado y su sencilla nobleza.

RETRATO DE OSVALDO SOSA (1983)
óleo sobre tela 142x121cm

La pertenencia social implícita en el cuerpo y en el rostro le permite prescindir de datos espaciales u objetos indicadores de clase. En algunas obras, las referencias son mínimas como en Muerto (1983), donde vemos una cabeza apoyada en un catre. Otras cabezas-retratos personifican caracteres y humores como Alarido segundo (1983) u Hombre con dolor de cabeza (1983), en estos casos aplica recursos formales como salpicados y drippings que colocan la lectura formal de la obra en primer plano.

HOMBRE CON DOLOR DE CABEZA (1983)
óleo sobre tela 57x60cm
La fusión entre referente y signo plástico es total, por eso la inmanencia del modelo se sintetiza con caracteres lingüísticos como en Cabeza con Equis (1982) o Elsa (perfil, 1982).
ELSA, PERFIL (1985)
técnica mixta sobre tela 50x60cm

Entre la belleza y el horror: el retrato escultórico

En España, va a trabajar paralelamente dos registros antagónicos.

Por un lado, la figura femenina va a alcanzar elegancia y sensualidad. Un nuevo tipo de belleza que parece inspirada en modelos sociales ligados a la publicidad, al glamour de los medios de comunicación. Por otro lado, el contacto con la obra de Goya parece inspirarle un camino de descenso hacia el bajo fondo del ser humano.

En 1992 comienza un trabajo escultórico que consta de unas veinte cabezas modeladas en arcilla policromada. Se trata de una galería de prototipos hechos sin modelo, guiado sólo por las manos en contacto con el barro. Partiendo de los mismos personajes anónimos, olvidados y marginados que pintó en su natal Concordia y luego en el taller de Buenos Aires, crea ahora personajes que encarnan diferentes aspectos de lo humano como la locura, la decrepitud, la fealdad.

MUJER ( 1992)
arcilla 24x20X20cm


Así, Lavallén fusiona cierto naturalismo descriptivo con recursos alegóricos. Ejemplos de esto son: Wilson Amor, cantor de boleros (1992) realizado con una técnica mixta de arcilla que incluye una prótesis dental o Cabeza con ideas (1993) en la que la calvicie y la mandíbula del personaje está cubierta de clavos.

WILSON AMOR (1992)
arcilla 22x20x20cm

Honoré Daumier a mediados del siglo XIX realizó también en arcilla policromada, una serie de personajes en los que caricaturizó a los políticos, abogados y jueces de su época con un claro sentido crítico y social. Lavallén no pretende desnudar la sordidez de sus personajes acentuando sus facciones y cargándolos con adjetivaciones grotescas; lo que se hace carne en estas cabezas es la condición humana, es un rostro o, en este caso específicamente, una cabeza que connota tanto lo individual como lo social. Encontramos en cada personaje la huella y la evidencia de la construcción social del cuerpo impuesto por el poder. Las condiciones económicas a las que se haya sujeto el hombre, necesariamente determinan su cuerpo, sus facciones, su configuración física y moral. Los rasgos rústicos del rostro de un campesino han sido grabados por el sol y la intemperie. El tiempo y la necesidad van dejando huellas que texturizan la piel.

VIEJO (1992)
arcilla 22x20x20cm

Por esos mismos años emprende la investigación para la realización del proyecto Prontuarios de la Tragedia, estudiando los casos más relevantes de asesinos seriales o depravados que registra la historia. Toma sus expedientes de la Biblioteca Nacional de Madrid.

En la serie 14 cabezas (1993), retoma el tema del retrato pero ya no se trata de personajes individualizados sino de prototipos capaces de abarcar una categoría universal. Son retratos pintados en óleo sobre tela y luego montados sobre madera. Cabeza de gordo, Perfil de hombre, Cara con ojos, Sin palabras, La voz, El silencio son algunos de los títulos de estas cabezas de rostro blanquecino, resaltadas por el contraste con el fondo negro de la tela, cuyo efecto recuerda a los anuncios de personajes buscados, prófugos o delincuentes. Se distancian y pierden impresión de realidad, son imágenes más próximas al concepto.

CABEZA DE GORDO – CABEZA DE HOMBRE (1993)
óleo sobre tela, cada uno 35x32cms

María, inspiradora de una nueva espiritualidad.

El regreso a Buenos Aires y el encuentro con quien fuera primero su modelo y más tarde su mujer, María Morales Miy, provoca un giro importante en el carácter en su obra. Abandona la sordidez y los excesos carnales relacionados con su modelo Claudia por un nuevo canon de belleza.

En el año 2000 comienza una serie de retratos cuya protagonista es María. A su belleza física se suman los intereses culturales por la Edad Media y la filosofía oriental que pronto gravitarán en Lavallén.

CARAMARIA (2000)
técnica mixta sobre tabla 50x45cm

La serie de retratos de María no está exenta de cierta gravedad y melancolía que posiblemente esté relacionada con su condición de hija de padres desparecidos durante la dictadura.

MIRA (2002)
óleo sobre papel 58x43cm

En el 2001 emprende una serie de retratos sobre fondo blanco y plateado en la que a la manera de tomas fotográfica capta diferentes planos de la cabeza de su musa inspiradora, en sutiles ángulos de visión.

A la serie de cabezas le seguirá otra serie, a modo de estudios, de pies.

Recuerdo de un beso (2004) es un interesante ejemplo de esta espiritualidad, en la que el rostro casi desdibujado es una presencia sutil que se vislumbra delante de una trama hexagonal de celdillas plateadas sobre fondo blanco.

Exactamente un siglo atrás, el vienés Gustav Klimt fusionaba la sensualidad de sus modelos femeninas a los motivos ornamentales de los mosaicos policromados y dorados a la hoja propios de la cultura bizantina. Pero a diferencia de la exuberante ornamentación de los drapeados de Klimt, Lavallén llega a una síntesis de recursos despojada, casi minimalista, donde el vacío se hace presente y lleva la voz cantante.

María resulta también mentora de la serie de retratos al óleo, secuenciada en diferentes colores dominantes: retratos de azul, rojo, ocre, amarillo (2001); colores que además de dar título a las obras, totalizan la tela dándole un carácter distintivo y creando un clima emotivo y sensorial.

RETRATO AZUL (2001)
óleo sobre tela 114x162cm

RETRATO OCRE (2001)
óleo sobre tela 67x162cm


RETRATO VERDE (2001)
óleo sobre tela 120x150cm


RETRATO ROJO (2001)
óleo sobre tela 162x114cm



RETRATO AMARILLO (2001)
óleo sobre tela 162x114cm
Miromas (2001) es otra serie de retratos de María, en la que dominan los colores densos y saturados contrastando figura y fondo, logrando, sin embargo una total homogeneidad compositiva.

Desnudos y retratos de la modelo Gabriela Muollo, son nuevamente el motivo del trabajo emprendido en el 2004 en una importante serie a la que denominó Sobretablas, ya que se trata de un nuevo soporte: listones de madera ensamblados, de anchos y largos poco regulares. Este duro y rústico soporte produce un fuerte contraste con la delicadeza del rostro de la modelo, retratada desde diferentes ángulos: perfiles, escorzos y frente. Las obras llevan por título cortas y sugerentes frases: Labios lejanos, Mira fijo, Atardecer torero, la piel brillante, Perfil de flores, La idea.

ESTOY CERCA (2004)
óleo sobre tabla 60x60cm

ZUMBAN LOS COLORES (2005)
óleo sobre tabla 60x60cm

MIRA FIJO (2004)
óleo sobre tabla 60x60cm


Retratos en homenaje

En 1998 inicia una serie de retratos de artistas plásticos y de gente de la cultura, que forman parte de la instalación Dar la cara, de la que habláramos oportunamente. Son grandes telas pintadas en óleo de un naturalismo expresionista, en las que el dibujante y el pintor se alían para dar lugar a una de las series más maduras y logradas de retratos.

En el 2001 junto a los retratos de María, realiza una serie con técnica mixta, fundamentalmente dibujo, sobre tabla de madera de valores altos, muy luminosos y de poco contraste. Los homenajeados son artistas que pertenecen a la historia del arte, como los alemanes Otto Dix, Gabriele Münter, el italiano Carlo Carrá, Claude Monet o su colega el artista argentino Roberto Elía, junto a personajes anónimos, como por ejemplo Caraojo, Sonrisa, Ojos, Pantera. Algunos de estos trabajos están realizados con una línea muy expresiva y un tratamiento abocetado, de mancha, como si tratara de borrar la imagen a brochazos, lo que les da un aire de álbum de fotografías antiguas o palimpsesto.

En paralelo, realiza una nueva serie de retratos que parecen nuevamente inspirados en los bocetos que Leonardo Da Vinci había tomando de gente de la calle y que indagaban en los misterios del “ánima” humana. Algunos títulos son: Viejo, Vieja, Grito. A diferencia de los retratos de la década del 80’ se alejan de la caricatura para reflejar una esencia, el gesto que sintetiza la ira, la mofa, el misterio insondable de lo humano presente aún en la fealdad.

Lavallén ha recortado el rostro en primerísimo plano; en lugar de acentuar detalles, los ha desfigurado, buscando la esencia del ser en el gesto que contiene sus facciones. La síntesis se refuerza al suprimir prácticamente el color.

No hay comentarios: